lunes, 13 de julio de 2009

Segundas oportunidades


Cuando era pequeño, por ahí por los 70, mis padres y la sociedad de la época me dieron, queriendo o sin querer, una educación basada en valores tradicionales con un marcado carácter familiar y una ética universal que se encargaría de mantener mi conciencia siempre a salvo de cualquier tentación.
Estas sólidas y recias enseñanzas guían todavía mis pasos cuando la disyuntiva me aborda y he de tomar una decisión, pero la vida evoluciona y la educación cambia y las situaciones cotidianas son muy diferentes a las que yo estaba acostumbrado y para las que había sido preparado.
En mis tiempos cuando alguien tomaba una decisión, aunque fuera la errónea, simplemente se levantaba la cabeza y se asumían las consecuencias, con total dignidad, sabiendo que el aprendizaje estaba asegurado. Si por el contrario la decisión o la acción era la correcta, uno se sentía orgulloso de si mismo y al mirarse al espejo la cara representaba el alma, un alma limpia y deslumbrante.
Una vez le he oído a alguien citar algo que me llamó la atención sobremanera y decía asi: -evolucionar o morir. En ese momento no le encontré demasiada lógica a tal afirmación, pues pensé que cada individuo es libre de escoger el tren que más se adapte a sus necesidades, pero ahora todo es diferente.
Las mentalidades ya no son las mismas y tendemos a equiparar evolución con innovación, materializando una palabra tan bella y tan absolutamente importante y relevante para el ser humano como la mismísima evolución.
Los cambios se introducen casi sin darnos cuenta y sin saber como ahora nos encontramos en la era de las segundas oportunidades.

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