jueves, 3 de septiembre de 2009

I can´t get now


La vida es un juego, una partida sobre un enorme tablero condicionada por su inexorable finalización, como en cualquier juego siempre hay alguien que gana pero inevitablemente siempre hay alguien que pierde, mientras la gran mayoría se conforma con participar.
Recuerdo cuando era pequeño y jugaba con mi hermano a curiosos e imaginarios juegos donde las normas eran acordadas antes de empezar y estas aseguraban que los momentos de esparcimiento llegaran a buen término. Sin darnos cuenta aplicábamos una lógica fundamental a nivel nené para no tener que llegar a las manos y sin darnos cuenta mi hermano y yo poníamos nuestras propias leyes en busca de una justicia que hiciera los juegos más interesantes y divertidos a la par que competitivos, logrando una armonía que dotaba de posibilidades a cualquiera de los participantes independientemente de las diferencias generacionales, físicas o intelectuales.
Hoy en día la vida sigue siendo un juego pero a un nivel que a mi hermano y a mi se nos escapa de las manos, ahora ya no ponemos las reglas sino que las reglas están establecidas por alguien al que ni si quiera conocemos y éstas se aplican desde una lógica a nivel adulto, la justicia a desaparecido y no todos los participantes tienen las mismas posibilidades de ganar, dichas normas pueden ser cambiadas, siempre que esa persona que no conocemos lo considere oportuno, y las diferencias sociales, culturales, físicas y generacionales son un hándicap incontestable.
Las pensiones de los 20 desaparecen a los 50, las jubilaciones a los 65 aparecen a los 75, los impuestos a los 30 se transforman en imposiciones a los 80 porque al fin y al cabo, los juegos no son los mismos que cuando yo era un chaval por lo que las nuevas generaciones tendrán que adaptarse a su realidad, pero hay algo que nunca cambia y eso es esa persona anónima que pone las normas, todo el mundo ha oído hablar de ella pero nadie la conoce y sin darle más vueltas me juego un órdago a la grande pues como mucho lo pierdo todo…

1 comentario:

  1. He retrocedido a mi infancia con el tema de jugar y poner nuestras leyes. Es curioso, pero cuantos mayor se hace la gente más se deja guiar por las leyes ajenas en TODO. Bendita inocencia la de los niños, que no son tan inocentes como para hacer caso a todo, en cierta manera.

    Un saúdo e sorte en los Premios

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