domingo, 16 de agosto de 2009

Entre el cielo y el infierno


El ser humano es fascinante, somos capaces de lo mejor y lo peor, somos impredecibles e ilimitados, en fin, que no tenemos medida.
A lo largo de la historia el hombre ha demostrado que es capaz de explorar todos y cada uno de las posibilidades que posee, en conjunto e individualmente. Hemos sido capaces de crear sociedades y religiones, pueblos y ciudades, costumbres y tradiciones, en definitiva, hemos investigado todos los caminos posibles en busca de aquellos que se adapten a la medida de nuestras necesidades, pero también hemos creado bólidos y utilitarios, cigarros y puros, apartamentos y mansiones, faldas largas y minifaldas, es decir, hemos jugado con los extremos intentando superar nuestros propios límites.
Pero es fácil olvidarse que entre los pies y la cabeza hay un cuerpo que aproximadamente constituye el 80% del hombre, buscamos el no va más y nos olvidamos de algo tan importante como un nexo de unión entre los dos puntos más distantes, entre Hitler y Santa Teresa de Jesús por necesidad debe existir un amplio abanico de personalidades que den sentido a la aparición de semejantes entes, pues entre el bólido y el utilitario hay un monovolumen y entre un cigarro y un puro intercalamos una puta.
En psicología se llama norma a los resultados promedio obtenidos a partir de las mediciones de un número suficiente de individuos. Gracias a la norma podemos analizar un resultado individual con los otros individuos de la población. Lo que permite encasillarnos dentro de una de esas escalas sociales.
Lamentablemente yo pertenezco a ese extenso grupo que se encuentra entre Robin Hood y Sheriff de Nottingham, lo que me encasilla entre multitud de personajes que en realidad me asustan hasta a mi. Mi lugar en el ranking social podría estar entre el hombre más bajo del mundo, junto al tipo con la lengua más larga o con el fulano que se cuelga mas pinzas de la cara y el que da más patadas a un balón sin que éste toque al suelo o con aquel anónimo que tenga la eyaculación más precoz.
Esto me sitúa en una situación francamente comprometida pues las estadísticas no engañan y lo complicado ahora es aceptar la situación que uno debe ocupar en este mundo, junto a auténticos tarados socialmente aceptados, que una vez más ponen a prueba nuestra cordura y nos recuerda nuestra constante condición de borderlines.

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